¿Acaso es posible salvar un matrimonio lleno de confrontación, de incomprensión de soberbia, de falta de respeto? Cristo sí puede si se lo pedimos y hacemos el esfuerzo de abrir nuestro corazón con sinceridad. La culpa excesiva y el reproche de lo antiguo, amargan el vino nuevo. Amar es una decisión y requiere de una gran generosidad.