El demonio puede influir en nuestro cuerpo y en nuestro intelecto de forma agresiva causándonos angustias. Para engañarnos, puede transmitir el conocimiento que tiene de las enfermedades y sus remedios a brujos y hechiceros, haciendo que la gente ponga su confianza en ellos alejándose de Dios. El engañador tiene muchos recursos, pero actúa sólo si Dios se lo permite y si sirve para nuestra conversión y purificación.